Washington, 16 mar (EFE).- El Despacho Oval, las redacciones y los organismos internacionales: ése es el Washington que existe en el imaginario de millones de personas porque la ficción nunca les ha mostrado otro. Hasta ahora, cuando “House of Cards” y “Homeland” despiertan curiosidad por la ciudad que hay más allá de esos muros.
La tantas veces olvidada Washington se incorpora al turismo de series. Miles de personas llegan a la capital de Estados Unidos para recrear los pasos de sus nuevos personajes favoritos: el congresista sin escrúpulos Frank Underwood y la brillante investigadora de la CIA Carrie Mathison.
Quieren comer costillas de cerdo con traje como el legislador en el escondido “Freddy’s BBQ Joint”, correr por el mismo cementerio que la pluscuamperfecta mujer del congresista, revivir la tensión de Carrie en la potente secuencia de la plaza Farragut y hacerse una foto en la puerta del apartamento de la joven en Adams Morgan.
“Lo que han hecho estas series es convertir Washington en un personaje secundario de la trama al ir más allá del escenario de la Casa Blanca”, comentó a Efe Toni de la Torre, crítico experto en series de televisión, cuyo último libro se titula “Las series que no me dejan dormir” (Now Books, 2010).
“Cada vez que vemos a los personajes comer en locales o pasear por lugares reconocibles, la ficción está convirtiendo también el espacio en un personaje”, explica.
Washington ha sido escenario de incontables series, pero hasta ahora mostraban una ciudad de interiores con políticos, reporteros y funcionarios que no salían del trabajo o iban al supermercado.
El ejemplo más claro es la serie por excelencia de la capital: la ya mítica “The West Wing” (1999-2006). Aaron Sorkin confinó a sus personajes y a una legión de seguidores durante 156 capítulos en las entrañas del número 1600 de la Avenida Pensilvania: la Casa Blanca.
Antes y después numerosas series redujeron Washington a despachos y redacciones: Capital News (1990), “Murphy Brown” (1988-1998), Commander in Chief (2005-2006),”Political animals” (2012), “Scandal” (2012-actualidad) y “Veep” (2012-actualidad), entre otras.
“El problema es que Washington ha sido para los creadores de series más un concepto que una ciudad poblada de seres humanos. Por eso ha aparecido hasta ahora siempre como centro de poder y nunca como un personaje de la historia”, dijo a Efe Pep Prieto, crítico que ejerce de gurú para los adictos a las series en varios de medios de comunicación.
Los dos éxitos más recientes de la ficción localizada en Washington comienzan a invertir esta tendencia. Los personajes de “House of Cards” (que se emite desde 2013) y “Homeland” (desde 2011) frecuentan bares, pisan la calle y usan pijama como el resto de los mortales a pesar de tener lo que en Washington se conoce como “trabajos tipo DC”, es decir, empleos en el Gobierno, el Congreso, un medio de comunicación o un organismo internacional.
Dada su popularidad, se han lanzado paquetes turísticos para “vivir una experiencia House of Cards -o Homeland- en Washington”.
Que no les engañen: ninguno de los sitios fetiche del calculador Underwood o la obsesiva Carrie está realmente en Washington. Las trabas burocráticas de la capital hacen que los productores elijan lugares como Baltimore (Maryland) y Charlotte (Carolina del Norte).
En esas ciudades no sólo encuentran incentivos fiscales y precios mucho más asequibles, sino que se ahorran las medidas de seguridad que imperan en la capital especialmente tras el 11S: es el precio por alojar al presidente de la nación más poderosa de la tierra.
Así, el congresista no conoce a la joven periodista Zoe Barnes en las escaleras del Kennedy Center de Washington, sino en el Joseph Meyerhoff Symphony Hall de Baltimore, a poco más de una hora pero a donde muy pocos turistas se aventuran a ir por su fama de decadente. Una realidad que, por cierto, retrata exhaustivamente otra serie: “The Wire” (2002-2008).
La lejanía entre escena y realidad irrita a los washingtonianos casi tanto como que no se muestre la vida cotidiana de una ciudad vibrante, internacional y plácida como es, para sorpresa de muchos, la capital administrativa y oficial de Estados Unidos.
El colmo es una de las escenas más recordadas de “Homeland”: aquella en la que hay un momento de gran tensión en una Farragut Square que nada tiene que ver con la desangelada plaza de Washington.
Esta secuencia peca de uno de los mayores errores en las localizaciones de Washington: mostrar una ciudad con edificios altos cuando, en realidad y por una ley que data de 1899, está prohibido construir más de doce plantas, la altura aproximada del Capitolio.
Por eso los washingtonianos, orgullosos de su privilegiada ciudad de espacios abiertos y mucha luz, se hacen cruces cuando la ven retratada en pantalla como una urbe más, despojada de la identidad que le otorga precisamente una vista de pájaro en la que predominan, imponentes, el Capitolio y el obelisco del monumento a Washington.