Nueva York, 27 jun (EFEUSA).- Nadie como él retrató la normalidad del país entre los años 50 y los 60, pero Garry Winogrand, además, dejó como legado póstumo miles de fotografías de los años ochenta que ahora el museo Metropolitano de Nueva York añade a la primera retrospectiva dedicada al fotógrafo en 25 años.
Ni la devastación de la Gran Depresión, ni el patriotismo de la II Guerra Mundial ni la maquinaria capitalista perfectamente engrasada de los ochenta. Justo cuando el país era una mezcla, una consecuencia o un preludio de todo eso, Garry Winogrand (1928-1984) se encargó de retratarla no solo con ojo experto, pero sobre todo, ojo humilde.
“A veces me da la sensación de que el mundo es un lugar para el que compré una entrada. Un gran espectáculo dedicado a mí. Como si no pasara si no llevara la cámara”, dijo Winogrand en el año 80, cuatro antes de que le detectaran un cáncer terminal que le prorrogó la vida solo diez semanas más.
Tres décadas después de su muerte, el museo Metropolitano de Nueva York y el Museo de Arte Moderno de San Francisco (SFMOMA) han trabajado en recuperar la ingente cantidad de material inédito que ese fallecimiento repentino dejó sin editar, además de recuperar sus imágenes más icónicas.
Pero además han osado a hacer algo que él siempre rechazó: interpretar el sentido de su obra, recuperar sus cartas de motivación para la universidad e hilar las pocas reflexiones profesionales que hizo a lo largo de su corta vida.
Deudor de Walker Evans y Robert Frank a la par que coetáneo de Diane Arbus y Lee Friedlander, Winogran “se resistía cuando la gente le empujaba a que explicara su trabajo y él siempre definía como un estudiante de Estados Unidos”, explicó hoy el escritor, fotógrafo y comisario independiente Leo Rubinfien en la presentación ante la prensa de esta exposición que, desde mañana hasta el 21 de septiembre ocupará el museo enciclopédico de Nueva York con 175 imágenes en blanco y negro.
Nacido en el condado del Bronx, en Nueva York, Winogrand trabajó para revistas como “Life” o “Sports Ilustrated”, pero pronto quiso divorciarse del periodismo para centrarse en la realidad menos noticiosa, menos impactante y más matizada.
Así, entre 1950 y 1971 fue con su cámara captando todas las gamas de esa Nueva York entre decadente y floreciente, y los mismo hizo con otras partes del país.
“Winogrand era una persona sumamente contradictoria, que jamás claudicaba en una discusión porque siempre pensaba que tenía razón pero que luego te decía en voz baja que no podías ser libre hasta que no te dieran cuenta de que no eras nada”, recordó hoy el comisario de fotografía del Met, Jeff L. Rosenheim.
“Down from the Bronx” es la primera parte de esta exposición, en la que están algunas de sus fotografías más recordadas, como la que protagoniza el cartel de la muestra, de una mujer riendo a carcajadas en el club Morocco del alto Manhattan, o la mezcla de lo ordinario y lo extraordinaria que colisiona en la instantánea de un padre y una madre llevando en sus brazos dos chimpancés en Central Park.
La segunda, titulada “Student of America” muestra las profundidades del país más poderoso del mundo. Desde los desiertos de Nuevo México a los barrios residenciales de Los Ángeles. Y, finalmente, “Boom and Bust” (explosión y fracaso), en la que se percibe más amargura en su objetivo y afirmaba que “no hay nada más misterioso que un hecho descrito con claridad”.