Alex Chafuen

Nacido en Argentina, desde 1991 es presidente de Atlas Economic Research Foundation (www.atlasnetwork.org), fundación basada en los Estados Unidos dedicada a ayudar a crear y desarrollar institutos de estudios públicos

Las guerras del siglo XXI: ¿más allá del monopolio estatal?

"Los contratistas privados no solo padecen el fuego enemigo sino que, tal como lo expresa Prince, suelen ser víctimas de la burocracia 'amiga' y la artillería legal"

WASHINGTON (ESTADOS UNIDOS).11/1/2009.-Un helicóptero de los Marines despega frente al Capitolio durante un ensayo de la ceremonia inaugural de presidencia celebrada el domingo 11 de enero de 2009 en Washington DC, Estados Unidos. EFE/MICHAEL REYNOLDS

Las guerras siempre son trágicas, y nunca han sido tema de fácil análisis para los amantes de las sociedades libres. Han servido tanto como para liberar naciones como para llevarlas a la bancarrota. Algunos think tanks que suelen tener puntos de vista similares en lo que respecta a temas económicos, exhiben posturas distintas frente a cómo defender un país ante escenarios de agresión externa o de amenazas terroristas. Sin embargo, una vez que se toma la decisión de ir a la guerra, existe consenso en que los gobiernos no deberían monopolizar todos los aspectos del conflicto. La mayoría está de acuerdo en la conveniencia de delegar en el sector privado la producción de armamento y de instrumentos para la guerra.

Confiar en la eficiencia del sector privado en lo que respecta al personal es tema de mayor debate. El libro de Erik Prince “Guerreros civiles: la Historia de Blackwater y los Héroes no Reconocidos de la Guerra contra el Terrorismo” (Civilian Warriors: The Inside Story of Blackwater and the Unsung Heroes of the War on Terror) presenta en gran detalle el uso intensivo de personal proveniente del sector privado en guerras recientes. Blackwater (hoy, Academi), la empresa creada por Prince, fue mayormente utilizada para resguardar la seguridad personal de funcionarios estadounidenses en tiempos de ocupación. Un título más preciso para el libro podría haber sido “Protectores Civiles”Blackwater sufrió sus primeras bajas durante operaciones de protección en Fallujah (Irak), no en medio de acciones de corte ofensivo. La imagen de esos muertos colgados del puente de esta“Ciudad de las Mezquitas” continúa perturbando la memoria de Prince, más cuando se considera que, hace poco, Fallujah fue capturada por al-Qaeda o elementos afínes a esta red.

Para aquellos que deseen comprender cómo se conducen las guerras en donde Estados Unidos participa, el libro es de lectura obligatoria. Recomiendo -como complemento- leer “Jawbreaker: el Ataque contra Bin-Laden y al-Qaeda. El Relato Personal de Gary Bernsten, Comandante Clave de la CIA”(Jawbreaker, The Attack on Bin-Laden and Al-Qaeda: A Personal Account by the CIA’s Key Field Commander). Ambos trabajos brindan al lector relatos de primera mano sobre la complejidad de las guerras actuales y las numerosas agencias involucradas. Los militares, el Departamento de Estado y la CIA no solo tienen culturas y objetivos diferentes; también tienen unidades internas que responden a incentivos diversos. Los contratistas privados no solo padecen el fuego enemigo sino que, tal como lo expresa Prince, suelen ser víctimas de la burocracia “amiga” y la artillería legal. Gran parte del libro detalla las acciones legales del gobierno de EE.UU. contra Blackwater en una etapa en la que, debido a motivos políticos, se dio inicio a una búsqueda de chivos expiatorios. El reciente libro del ex-ministro de defensa de Barack Obama, Robert Gates, ofrece un testimonio directo de esta politización.

Las lecciones fundamentales que he recogido del libro, no obstante, no provienen de los escenarios de batalla, de los rescates ni de los accidentes tan vívidamente descriptos. Lo que más aprendí, cercano a mi área de especialidad -la economía- remite a la notoria contribución del espíritu empresarial en temas de Defensa, Seguridad e Inteligencia.

“Guerreros Civiles” tiene abundantes historias acerca de cómo este joven empresario, luego de dejar su rol en las fuerzas especiales (Navy SEALs) descubrió necesidades, anticipó recursos, y arriesgó su capital y su persona para servir a su país. Estas historias van desde el empleo de helicópteros más pequeños al reacondicionamiento de viejos vehículos blindados ingleses, hasta la construcción del Polar 400 -el dirigible de Blackwater. El Polar 400 tuvo éxito en lo que al vuelo en sí respecta, mas no en ventas. Dadas las dificultades en el aseguramiento de helicópteros, aviones y otros ítems en los teatros de operaciones, Prince debió convertirse en su propio agente de seguros. Su elección de vivir en Abu Dhabi antes que en Virginia, o Michigan, es una forma de ‘autoasegurarse‘. Y también lo es el haber escrito este libro. Después de leerlo, se vuelve claro que los enemigos extranjeros de Estados Unidos no son los únicos que buscan silenciarlo.

Prince obtuvo su inspiración como emprendedor de su padre y de sus profesores. Tuvo la visión de elegir una universidad, Hillsdale, en donde el departamento de Economía da preponderancia al rol creativo de los emprendedores. Conforme él mismo lo escribe, “Lo que más me atrajo de Hillsdale fue su foco en la economía libertaria y de libremercado”. Fue allí donde, como estudiante de Economía y Ciencia Política, Prince aprendió los fundamentos de la Escuela Austríaca que, en sus palabras, “promueve activamente las políticas de laissez-faire de largo plazo, sin intervención del gobierno”. Hillsdale, como el Grove City College -que también enseña los fundamentos de la Escuela Austríaca- es una de las pocas universidades que no acepta fondos gubernamentales. Estas universidades se muestran firmes a la hora de proteger su libertad académica, evitando ser sujetas a vigilancia por parte del gobierno. Blackwater, en cambio, se vio beneficiada por contratos con el gobierno federal. Prince aprendió en carne propia los costos asociados con los negocios de gobierno.

En el momento en que Prince creó la compañía, nada podía presagiar su crecimiento explosivo. Hacia 1999, se estimó que los ingresos alcanzarían como máximo, los US$ 1.7 mil millones, y ello parecía optimista. Durante los diez años en que Blackwater operó bajo el comando de Prince, obtuvo cerca de US$ 2 mil millones en ingresos. La demanda para entrenamiento de seguridad se incrementó después de la masacre en Columbine y el ataque contra el destructor USS Cole. La demanda se disparó luego del 11 de septiembre de 2001. El capital humano y el centro de entrenamiento de Blackwater estaban listos y con la capacidad ociosa necesaria para hacer frente al desafío.

Prince escribe que creó Blackwater ni bien se percató que “aquello que es creado bajo el control de un gobierno monolítico suele ser dramáticamente inferior a aquello surgido de una compañía basada en la libre empresa, cuya propia supervivencia se halla atada a la calidad de su trabajo. Dije a mis hombres que pensaran como si estuvieran en Mercedes Benz, y convertimos a Blackwater en una máquina autosuficiente que podría reclutar, equipar, entrenar, desplegar y apoyar en toda forma posible a los hombres para que cumplieran algunas de las misiones más difíciles del mundo, y todo por una fracción de lo que el Departamento de Defensa solía gastar normalmente”. Como economista, y dada la falta de transparencia en los contratos de Defensa del gobierno -especialmente los que involucran inteligencia tanto abierta como clandestina-, no puedo certificar la ventaja competitiva en costos de las contratistas militares privados (CMPs). Pero no tengo razones para pensar que éste área sea demasiado diferente a otras que hacen a las licitaciones dentro del gobierno.

Prince justifica, en parte, el rol de las CMPs, presentando el ejemplo de reconocidos personajes históricos. Su ejemplo favorito es el de Cristóbal Colón, pero también cita el caso de Gilbert de LafayetteThaddeus Kosciuszko y otros luchadores extranjeros que se ganaron un lugar en la historia de los Estados Unidos y que tienen sus propias estatuas en las plazas de Washington, D.C. Prince narra que se propuso contratar personas motivadas principalmente en proteger a EE.UU. antes que en ganar dinero, al tiempo que rechaza el término “mercenarios”, por cuanto éstos solo pelean por cualquier causa que les pague bien. Pero no todos los liberales le tienen odio a esta palabra. En cierta oportunidad, el fallecido premio Nobel Milton Friedman recordó al General Westmoreland (a cargo de la campaña militar estadounidense en Vietnam): “Somos atendidos por doctores mercenarios, utilizamos un abogado mercenario, y obtenemos nuestra carne de parte de un carnicero mercenario”. Cualquiera sea el nombre, está claro que, cada vez más, la protección contra agresiones de orden local o externo provendrá de contratistas privados.

Por razones de las cláusulas de confidencialidad en los contratos con la CIA, parte de la historia que tiene que ver con el trabajo de Blackwater para “La Compañía” no aparece en el libro. El epílogo, escrito por Max Boot -investigador senior del Council for Foreign Relations- a partir de fuentes no confidenciales (inteligencia abierta, u open source), brinda atisbos de este trabajo. Como los contratos con el Departamento de Estado no exigen idéntico nivel de confidencialidad, Prince provee abundante información y detalles de los mismos. Es tal su desencanto que afirma que jamás volverá a trabajar para el Departamento de Estado.

F. A. Hayek, Premio Nobel de la Escuela Austríaca, argumentó que, si no fuese que en forma natural el mercado crea millonarios, incluso hasta sería más conveniente crearlos a través de un sistema de lotería. La sociedad libre necesita de gente que pueda asumir riesgos propios y vaya más allá del pensamiento convencional. En el campo de la Defensa, Erik Prince es un ejemplo notable. El eslogan de su más reciente proyecto empresarial es ‘Fortuna Audaces Iuvat’ (“La fortuna favorece a los audaces”). Prince, quien ha sido atacado desde muchos sectores y ángulos, la mayoría de las veces debido a información filtrada y compartimentada por agencias del gobierno federal, dice “He terminado de quedarme callado”Por lo que se ve, aún se propone seguir asumiendo riesgos.

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Artículo originalmente publicado en inglés en Forbes Magazine el 8 de enero de 2014. Traducido al español por Matías E. Ruiz y posteriormente republicado en El Ojo Digital. Reproducido en USA Hispanic con permiso de su autor y su traductor. 

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USA Hispanic no se responsabiliza del contenido de los artículos de opinión, siendo cada autor responsable de sus propias creaciones.


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