Thais Hernández

En las diez oportunidades en que la representación del gobierno cubano ante la ONU ha llevado su resolución condenatoria al bloqueo con que el gobierno de los Estados Unidos ha pretendido presionar a la dictadura para que ceda ante la aplicación inmisericorde de las medidas de fuerza y represión contra su pueblo, en esas diez oportunidades el rechazo al bloqueo ha sido prácticamente unánime. En esta última ocasión, ante la votación efectuada el 31 de octubre pasado, de 194 naciones integrantes del primer organismo multinacional del mundo.

Los Estados Unidos e Israel se declararon a favor del bloqueo. Una figura más bien metafórica y simbólica, dado que de esas 192 naciones, ninguna ha dejado de mantener, de una u otra forma, sus relaciones políticas, diplomáticas y comerciales con la isla. Sólo el gobierno de los Estados Unidos ha hecho efectivo el bloqueo. Y dado que por esa misma razón el voto de los Estados Unidos no tiene mayor legitimidad, dado que resulta ser el principal indiciado del supuesto abuso y atropello a la integridad del régimen cubano reclamado por la tiranía.

Sólo se debe considerar el voto solitario del gobierno de Israel como plenamente válido. Ha de considerarse que esos 189 países favorables a Cuba, por lo menos ante la Asamblea General de la ONU, son la fiel expresión de sus ciudadanías. Y  que esos miles de millones de ciudadanos, si sus representantes ante la ONU son enviados de regímenes democráticos y no dictatoriales o semi dictatoriales, como las tiranías africanas, orientales y suramericanas, que son representados por los gobiernos que eligieran, respaldan al régimen dictatorial imperante en Cuba.

Tengo las más serias dudas. Para remitirme sólo a los casos que me son más próximos: ni las mayorías de Venezuela, Colombia, Brasil, Argentina y Chile simpatizan con la tiranía cubana ni de haber sido verdaderamente representados por sus gobiernos lo hubieran hecho como lo hicieran las cancillerías de dichos gobiernos, abiertamente violatorios de la voluntad mayoritaria de sus electores. Estamos, pues, frente a una elección de segundo grado, en la que los verdaderos intereses de los pueblos son violados por gobiernos oportunistas, manipuladores.

Hasta el día de hoy ininterrumpidamente la infernal campaña de infamias contra Jair Bolsonaro y antes de velar por los intereses del hermano pueblo cubano, esclavizado desde hace sesenta años por una tiranía monstruosa, ya abiertamente expandida a las satrapías de Venezuela, Nicaragua y Bolivia.

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