Michael Totten.- Periodista freelance, escribe regularmente en World Affairs. Autor de The Road to Fatima Gate (Silver Book Prize, Washington Institute, 2011). 

La revista Vox acaba de publicar un vídeo en YouTube, narrado por Max Fisher, que supuestamente explica por qué las próximas elecciones iraníes podrían ser históricas.

Fisher empieza diciendo que Irán resulta confuso porque tiene a un “líder supremo no electo en la cúspide”, y a un presidente elegido en unas elecciones que “distan de ser perfectas”. “Entonces, ¿Irán es una dictadura o una democracia?”, pregunta antes de responder: “Resulta que es las dos cosas”.

No, no lo es. Max Fisher contestó correctamente a la pregunta antes de responderla. El jefe de Estado no es un cargo electo.

Y decir que las elecciones “distan de ser perfectas” es el tipo de eufemismo condescendiente que siempre se utiliza para referirse a los problemas ajenos.

Dejemos de lado las elecciones presidenciales iraníes de 2009 y su flagrante robo de votos, en las que Mahmud Ahmadineyad fue proclamado ganador en distritos que se le oponían de forma tan abrumadora como San Francisco se opone a Dick Cheney. No prestemos atención ahora a ese lamentable episodio.

Las elecciones en Irán son amañadas incluso cuando no lo están.

El líder supremo, Alí Jamenei, selecciona a quienes se postulan para la presidencia. Los moderados son rechazados por sistema. Sólo a los menos moderados de entre los moderados, aquéllos que no provocarán demasiados ardores de estómago a Jamenei si ganan, se les permite presentarse. Los candidatos liberales y de izquierdas son rechazados categóricamente.

Imaginemos que Dick Cheney fuera líder supremo de Estados Unidos y que nos dejara elegir cuál de sus amigos iría en el asiento del copiloto. Eso no es democracia. No es ni siquiera una farsa de democracia. Pero el sistema iraní es aún peor: el presidente no es ni siquiera el copiloto.

El presidente iraní no es exactamente un hombre de paja. Puede intervenir en algunas cuestiones marginales, pero el país es dirigido por el líder supremo no electo, por el Consejo de Guardianes y por la Guardia Revolucionaria, declarada oficialmente organización terrorista.

Fisher cree, no obstante, que las próximas elecciones podrían ser un punto de inflexión, porque la llamada Asamblea de Expertos, que es un organismo electo, elegirá al próximo líder supremo, y además el actual líder reconoce que probablemente morirá pronto. Por tanto, si los moderados ganan las elecciones, el próximo líder supremo será, prácticamente sin duda, moderado.

Eso estaría genial. De verdad. Descorcharía una botella de champán. Irán seguiría siendo un híbrido de dictadura y democracia, según la formulación de Fisher, pero al menos sería menos extremista. Podría ser como la China posmaoísta, tal vez, o la Rusia postsoviética. Sin libertad, pero ya no totalitaria. Sería un progreso, qué duda cabe.

Pero en el régimen iraní los moderados no son lo que cualquier definición objetiva internacional considera como tales. Cualquiera que logre presentarse a la elección para formar parte de la Asamblea de Expertos será seleccionado por el líder supremo. Y cada uno de ellos será un teólogo islámico. Eso es lo que es la Asamblea de Expertos: una institución teocrática de teólogos islámicos.

Ninguno de los expertos es ateo. Ninguno de ellos es laicista. Ninguno es agnóstico. Ninguno de ellos es liberal, según cualquier definición concebible de la palabra liberal. Ciertamente, ninguno de ellos es cristiano, judío o bahaí. Todos son teólogos islámicos, porque si no ni siquiera estarían en la Asamblea de Expertos.

Así que hagamos otro experimento mental. Pongamos que el fundamentalista cristiano Pat Robertson fuera dictador vitalicio de Estados Unidos. Y que fuera más poderoso que la Casa Blanca. Podríamos votar al presidente, aunque no fuera nuestro jefe de Estado, pero Pat Robertson sería el único que decide quién va en las papeletas. Y elige a Rick Santorum, a Mick Huckabee, a Ted Cruz y a Ben Carson: ésas son nuestras opciones. Entretanto, Marco Rubio está en el paro, Hillary Clinton está bajo arresto domiciliario y Bernie Sanders languidece vestido con un mono naranja en el Campo Rayos X de la Bahía de Guantánamo. Los activistas de izquierdas que protesten en las calles son encerrados en mazmorras para siempre.

Por otra parte, Pat Robertson va a morir pronto, así que selecciona a cientos de cristianos evangélicos, sobre los que votaremos a favor o en contra. El ganador decidirá quién le sustituye.

¿Se parece eso remotamente a una democracia? ¿A un sistema que tiene elementos autoritarios junto a elementos democráticos?

Yo creo que no, para nada. Y me apuesto hasta el último dólar a que Max Fisher tampoco lo creería si tuviese que vivir en semejante versión distorsionada de Estados Unidos. Diría que es fascista, o algo parecido, y tendría razón.

Vox publicó el vídeo en Facebook y YouTube, y la inmensa mayoría de los comentarios son hostiles. Una enorme cantidad de adultos iraníes está participando y dándole un repaso a los chicos de Vox. Resulta fascinante y didáctico, y espero que también lo sea para Max Fisher y el resto de nosotros.

© Versión original (en inglés): World Affairs Journal 
© Versión en español: Revista El Medio

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Este artículo fue publicado por revista El Medio el 23 de febrero de 2016. Reproducido en USA Hispanic con autorización de dicha fuente.

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