Phoenix (AZ), 9 may.- Las madres de los jóvenes indocumentados que llegaron a Estados Unidos de niños, conocidos como “soñadores”, libran una silenciosa lucha para que sus hijos puedan abrirse camino en un país donde las políticas antinmigrantes han frenado sus futuros profesionales.
Pese a vivir con el miedo de la separación de sus familias por las deportaciones que lleva a cabo la administración de Donald Trump, aseguran que están dispuestas al “sacrificio” con tal de ver a sus hijos triunfar en sus estudios y crecer en sus trabajos.
Ese miedo no le ha impedido salir a las calles a protestar por los derechos de los “dreamers”, como es el caso de la mexicana Lupita Arreola, madre de la activista Erika Andiola.
Lupita, que podrá celebrar con los suyos este domingo el Día de las Madres en EE.UU., dice que tuvo que vencer su temor de ser “invisible” para unirse a las manifestaciones de apoyo a los miles de jóvenes que siguen peleando por el Programa de Acción Diferida (DACA).
“Yo soy una madre que está en proceso de deportación y ando gritando en las calles para que los soñadores sean escuchados, decidí salir de las sombras por mis hijos”, dijo a Efe Arreola, quien el 22 de mayo tiene cita con el Servicio de Inmigración y Control de Aduana (ICE), ya que pidió asilo por la violencia doméstica que vivió en su país.
Estas madres que emigraron a Estados Unidos también han padecido el dolor de ver a sus hijos encarcelados, cuando son detenidos en las protestas y actos de desobediencia civil.
La hija de Arreola fue una de los siete “soñadoras” que arrestaron en diciembre pasado en Washington cuando confrontaron al demócrata Chuck Schumer para que presionara en el Congreso por la inclusión de una medida de protección para los jóvenes indocumentados.
“Fue horrible ver a mi hija en la cárcel con el uniforme de presidiaria y encadenada, no podía procesar esa imagen, le decía con la cabeza que desistiera, pero siguió firme en su lucha. Nosotras, las madres esperamos bajo la nieve y el frío durante seis días a que liberaran a nuestros hijos”, recordó Arreola.
Oriunda de Durango (México), Arreola tiene cinco hijos a los que crió sola cuando emigró a Arizona en 1998.
La activista y soñadora Belén Sisa fue otra de las arrestadas aquel día.
Su madre, Isabel, quien emigró de Argentina cuando Belén tenía seis años, resalta lo orgullosa que se siente de su hija y de su “valentía”.
Aparte de vivir todas estas experiencias, reconocen la “frustración” que sienten como madres al ver cómo sus hijos se quieren superar como profesionales y el sistema no se lo permite.
Cerca de 8.000 “soñadores” se encuentran en el “limbo migratorio” debido a que la administración de Trump decidió parar el programa DACA.
A pesar de que un juez federal ordenó que se reactive el programa para jóvenes indocumentados con la admisión de nuevos solicitantes, aún no tienen una garantía de que podrán seguir contando con dicho beneficio migratorio permanente.
Recientemente la Corte Suprema de Arizona falló para que las universidades del estado no puedan otorgar matrículas estatales a los “soñadores”, lo que los coloca en la posición de pagar tres veces más por cada clase.
María Cruz Ramírez, madre indocumentada y activista, sabe del sufrimiento de ver a sus hijos perder la oportunidad de estudiar, por no contar con suficiente dinero para pagar una matrícula universitaria sin el beneficio que les otorgaba DACA.
“Ver cómo oprimen a nuestros hijos en los estudios, es difícil entender que no los dejen realizarse, como madres no entendemos por qué no pueden tener una oportunidad en este país que los vio crecer”, comentó a Efe Ramírez, nativa de Hidalgo (México).
Describió como su hijo mayor, Hugo, fue despedido de su trabajo porque expiró su DACA y la renovación no le llegó a tiempo, así que tuvo que emprender su propio negocio como DJ.
Su hija Alina tiene DACA y estudia medicina, pero con los cambios en las matrículas escolares, ahora se le hará muy “pesado” concluir su carrera, aunque Ramírez le dijo: “pase lo que pase, vamos a seguir con tu escuela”.
Rocío, la menor, estudia turismo y sus calificaciones siempre fueron sobresaliente, pero debido a que carecía de un seguro social no le aceptaban las becas, hasta que obtuvo DACA.
A falta de un año para concluir sus estudios, también vive con el temor de no poder solventar sus estudios por los cambios en las matrículas.
“Cómo no pueden comprender lo que sentimos las madres, mi lucha empezó hace años, cuando mi hijo mayor no pudo ir al colegio, empezamos desde abajo, primero buscando becas, luego peleando por sus licencias de conducir, luego sus matrículas y que les dejen el DACA, nosotros nos arriesgamos al ponernos enfrente para que comprenda que somos seres humanos y tenemos derechos”, aseguró.