Detrás de la Razón: Trump a los pies de Putin; Helsinki más que una cumbre

Quién fue el ganador y el perdedor de la cumbre de Helsinki, celebrada entre el presidente ruso

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Quién fue el ganador y el perdedor de la cumbre de Helsinki, celebrada entre el presidente ruso, Vladimir Putin, y su par de EE.UU., Donald Trump?

En la mitología griega, Ares, el dios de la guerra, era la personificación de la brutalidad y la violencia, el sinsentido, la confusión y los errores de cálculo y de batallas. Los griegos nunca confiaron en él por sus actitudes: a veces ayudaba a los suyos a veces a los enemigos, dependía de su estado, así era él.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tiene similitudes con ese dios griego, que se hicieron evidentes en las cumbres del Grupo de los Siete (G-7), de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la cumbre de Helsinki, la capital de Finlandia, la primera con su par ruso, Vladimir Putin. Territorio neutral Helsinki, pero, ¿por qué?

Una reunión de más de dos horas a puertas cerradas en las que se habría abordado una serie de crisis y asuntos coyunturales.

A un lado de la mesa de negociación un Trump debilitado porque no le salieron las cosas como esperaba con Corea del Norte, fracasado porque no logró la respuesta del mundo, en especial de los europeos, tras su salida del JCPOA, nombre oficial del acuerdo consensuado en 2015 entre Irán y el entonces Grupo 5+1, fracasado porque está resquebrajando a pulso acelerado los lazos con su aliada más cercana, la incondicional Europa. Y esa era la ventaja de Putin, sentado al otro lado de la mesa, firme, seguro hasta risueño.

Tras el deshielo, salieron a enfrentarse a los medios de comunicación mundiales, Putin relajado, Trump cara de póker, intentando contenerse ante su personaje admirado, una admiración algo desenfrenada. Trump llenó de halagos a Putin, este le veía. Varios temas se tocaron algunos relevantes, varios quedaron en carpeta.

Ante los ojos del mundo, Trump se llevó por delante la inteligencia estadounidense, que puja por desentrañar y sentar en el banquillo de los acusados a los culpables de la supuesta injerencia rusa en las presidenciales estadounidenses de 2016.

El inquilino de la Casa Blanca dio a entender que confía más en las palabras de Putin que en la inteligencia estadounidense. Dio la estocada de muerte, enunciado imperdonable en las filas demócratas y republicanas.

“Traidor a la patria”, “de las más vergonzosas actuaciones de un presidente norteamericano”, “un día malo para América”, fueron algunas de las frases de repudio de prominentes figuras de la esfera política estadounidense por la actuación de Trump ante Putin.

Trump promocionó la mejoría de las relaciones entre ambos países, lo que según él, se logró en cuestión de horas, 4 para ser más exactos. Entre los pocos puntos medulares que los dos líderes abordaron: Irán.

Putin resaltó los beneficios del acuerdo nuclear con Irán, pues en sus palabras, bajo el control de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), el país persa ha demostrado que su problema nuclear es pacífico y ha fortalecido el régimen de no proliferación. No quiso dejar de mencionar la preocupación que le causa el abandono de Washington del acuerdo nuclear con Irán.

En papel no ha quedado nada, no se han rubricado acuerdos, solo buenas “intenciones” de fortalecer una maltrecha y congelada relación bilateral.

Ya el Departamento de Estado estadounidense (el Pentágono) activará nuevamente una operación para control de daños, tendrán que volver a justificar lo injustificable como el porqué de la actitud del mandatario estadounidense.

Este tan esperado encuentro Trump-Putin pasará a la historia como el tan esperado Trump-Kim: mucho ruido y pocas nueces, más titulares de prensa menos soluciones a las crisis que asolan el mundo.

No se necesita ser analista en lenguaje corporal para entender que el presidente de EE.UU. es bipolar, temperamental. El desparpajo, los modales de Trump con los líderes mundiales deja mucho que decir, pero el Trump detrás de las cámaras, al parecer, no es tan primitivo como en el hogar, con una esposa inmigrante, sí una inmigrante a la que humilla más que a los otros ante las cámaras. Nos preguntamos cómo será el mundo si Trump gana la reelección.

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