La economía mexicana es el mayor desafío que enfrenta López Obrador

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La arrolladora victoria de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones presidenciales de México días atrás dijo mucho sobre el estado de ánimo nacional del país y la ira justificable del electorado sobre la corrupción generalizada, el crimen y la violencia. Pero las elecciones también arrojaron luz sobre la enorme brecha entre las percepciones de la élite sobre la economía de México y la forma en que esa economía funciona para la mayoría del pueblo mexicano.

López Obrador, conocido como AMLO, ganó en gran parte porque entendió lo que muchos de sus críticos no percibieron: las personas no eligen a un presidente mediante el análisis de los promedios, sino al reflexionar sobre la experiencia vivida. Los oponentes de AMLO argumentaron que, en términos económicos generales, las cosas se movían en la dirección correcta. Pero la experiencia económica de México en las últimas dos décadas, para muchos, ha dejado mucho que desear. Proponer un cambio significativo en ese sentido puede ser el mayor desafío de AMLO.

México ha promediado alrededor de 2.5 por ciento de crecimiento por año desde que el presidente Enrique Peña Nieto asumió el cargo en 2012. Pero el ingreso per cápita real promedio ha estado en declive constante durante años, cayendo en 10.5 por ciento entre 2008 y 2014. El ingreso real es uno de los determinantes de si la situación económica de una persona está mejorando o empeorando, y según esa medida, alrededor del 80 por ciento de la población de México ahora está peor económicamente que hace una década. El problema es particularmente agudo entre la clase media.

El México enojado que votó por AMLO no es irracional. Alrededor del 73 por ciento de los votantes encuestados en 2017 creían que su situación económica empeoraba, la tasa más alta desde 2002. López Obrador habló de este desequilibrio magistralmente. En el transcurso de la campaña, creó una narración en la que México estaría mucho mejor si la corrupción no absorbiera tantos recursos públicos. Y, lo más importante, se presentó como el único outsider político capaz de eliminar la raíz del problema: los vínculos entre las élites económicas y políticas.

El desafío de correr contra el sistema es que ahora se espera que AMLO resuelva los problemas económicos arraigados que durante mucho tiempo han limitado el crecimiento y aumentado la desigualdad. Eso no será fácil. Entre los problemas más críticos que enfrentará el equipo de AMLO está la necesidad de crear incentivos para aumentar los salarios, que se han estancado en México durante décadas. De 2000 a 2016, los salarios mexicanos crecieron a tan solo 1.2 por ciento por año. En general, la cantidad de personas que trabajan con salarios por debajo de la línea de pobreza aumentó en las dos últimas administraciones.

Uno de cada tres trabajadores formales no puede permitirse alimentar a su familia con lo que gana. Proponer soluciones no será fácil, pero la investigación muestra que las políticas antimonopolio, los sindicatos más fuertes y la reducción de la corrupción son áreas clave para explorar.

La promesa de AMLO de reducir la corrupción también podría generar grandes beneficios para los pobres. Según la Oficina Superior de Auditoría Federal de México, el uso indebido de recursos públicos en los municipios más pobres de México es casi el doble que en los más ricos. La reducción de la corrupción también aumentaría la capacidad de AMLO para promover la inclusión social.

Si algo está claro a medida que la euforia electoral de AMLO desaparece, es que no lo tendrá fácil como presidente. Tendrá que resolver problemas relacionados con la distribución económica que México ha enfrentado durante mucho tiempo. Hay mucha esperanza entre los ciudadanos mexicanos sobre la posibilidad de un cambio positivo; pero también hay cierta ingenuidad sobre lo difícil que será hacerlo realidad.

 

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