A pesar de las supuestas dudas expresadas públicamente por el presidente, en relación a su asistencia a la Asamblea General de las Naciones Unidas, basadas aparentemente en razones de seguridad, Nicolás Maduro terminó visitando a Nueva York y efectuó una alocución ante sus pares mundiales. No se cree que haya sido una decisión de última hora, sino algo estudiado y discutido con tiempo; por más improvisado que sea el Gobierno chaveco o madureco, se dice que a este tipo de circunstancias le prestan mayor atención que a otras.

Dada la importancia de los factores involucrados. En definitiva, sin adentrarse en este momento en sus razones, Maduro asistió como tenía que hacerlo, como lo hizo Chávez en su momento, aunque en condiciones internacionales muy distintas, mucho más difíciles para el Presidente obrero, como le gusta llamarse. Independientemente de que se está claramente enfrentado al Gobierno desde hace por lo menos 15 años, adversando sus políticas, sus ejecutorias, su ignorancia grande, así como su corrupción, negligencia e indolencia.

Esas apreciaciones son profundamente cerebrales, productos de un esfuerzo por mantener la objetividad y resistir las presiones de quienes piensan con sus intestinos, sean de oposición o sean seguidores de la revolución bonita. En ambos lados, las insensateces son más que evidentes; se dijo hace poco tiempo, no se sabe si es como producto de algún estudio serio, que el 14 por ciento de los venezolanos están en esa condición, una cifra extremadamente alta desde el punto de vista estadístico.

Y que refleja uno de los problemas graves actuales de la sociedad. Un sector de la misma está enfermo de odio y por tanto es incapaz de ver las cosas objetivamente. Se discute que fue adecuada la decisión gubernamental de asistir a la ONU, tanto para el Gobierno como para el país en general y sus posibilidades de acercarse de nuevo a la ruta democrática, clausurada por unos a raíz de las violaciones efectuadas por otros. Dicho más claramente, cerrada en forma equivocada por sectores opositores radicales.

En la existencia de este clima de división, ambos sectores tienen culpa, pues ambos jugaron durante años a la polarización política, a cultivar las posiciones extremas y el odio y a eliminar todo vestigio de sensatez y de actuaciones intermedias. Es hora de recuperar lo perdido y la asistencia de Maduro a la ONU pudiera ser un elemento para ello.

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